Lo que se esconde detrás de las propinas
Las propinas son un medio maximizador del bienestar que ha calado en la sociedad y una forma de mostrar la satisfacción que nos otorga un servicio; luego dejar propina es uno de los numerosos actos incoherentes que suele realizar el individuo a lo largo de su vida.
Según esta teoría, surge una incoherencia. A la hora de entregar propinas, el individuo entrega parte de su restricción presupuestaria a un agente sin obtener ninguna contraprestación a cambio. A día de hoy, las propinas responden a convenios sociales en muchas sociedades, aceptándose como tal y no cuestionándose su sentido ni su razón de ser.
Su cuantía será proporcional con el bienestar del bien o servicio que hemos recibido. Es decir, queremos contribuir al bienestar y a la utilidad de los demás. Habrá diferentes motivos y todos ellos serán válidos para los individuos, cada motivo será completamente racional y coherente con cada persona. Para dotar de un sentido más cotidiano a estas palabras, vamos a plantear 2 preguntas que reflejan la verdadera irracionalidad del ser humano.
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¿Dónde serán mayores las propinas: en un restaurante exclusivo y de lujo, o en el de nuestro barrio?
La respuesta a esta pregunta parece bastante lógica, pero no lo es, ya que el poder adquisitivo de los clientes de uno y otro restaurante son muy diferentes. Lo que está claro es que la paridad será mayor en un restaurante de lujo donde acuden personas de un estrato social más alto y cuya forma de mostrar su bienestar se verá reflejada con unas propinas de cuantía más elevada. En cambio en un restaurante de barrio la cuantía de las propinas será más baja debido al menor poder adquisitivo de los clientes. Sin embargo, es en el bar de toda la vida donde nos nutren a base de tapas, detalles y sonrisas. Pero allí la cuantía de nuestra propina no se corresponde al buen trato recibido en todas las ocasiones.
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¿Por qué no es frecuente que se deje una propina monetaria a los médicos o a los bomberos?
Las propinas constan de dos valores: el emocional y el económico. En este caso entra en juego el primer valor, el que despierta sentimientos. Cuando un profesional como los nombrados anteriormente nos salva la vida, no ofrecemos una recompensa acorde al servicio recibido. Sino que optamos por retribuir en especie con un producto típico de nuestra tierra. E incluso con un objeto valioso, pero siempre con valor sentimental, cuando el médico o el bombero salvan una vida que al fin y al cabo es lo único que tenemos. Si cuantificásemos con un estudio de incidencia el verdadero valor de este servicio, estaríamos endeudados de por vida con ellos. Por eso tratamos de satisfacer eso que no se puede comprar: los sentimientos.
Las propinas están polarizando a los consumidores al haber consumidores que las ven como algo prácticamente obligatorio para apoyar a la economía del trabajador y quienes creen que dar propina sólo propicia que los salarios se mantengan a niveles denigrantes. Mientras que algunos otros sólo ven a la propina como una vieja costumbre.
En España las propinas forman parte de la cultura social y tuvieron su máximo esplendor tras el crecimiento del sector hostelero en el país. Los sueldos eran bastante bajos y los turistas extranjeros, por solidaridad o compadecimiento, dejaban propinas bastante importantes, por lo que los empleados cobraban más de las propinas que de su propio sueldo.