En plena campaña de la renta, y con las dudas que levanta el actual sistema de jubilación, los planes de pensiones pasan al primer puesto de la actualidad. Sin embargo, a pesar de lo que muchos creen, no son la única manera de ahorrar para la jubilación.
Un plan de pensiones es un sistema de previsión voluntario que se configura como complemento del sistema público de prestaciones por jubilación y que puede ser de varios tipos:
·Si atendemos a quien lo promueve, este puede ser de empleo (si está promovido por una empresa como complemento salarial o beneficio social), asociado (si lo promueve una asociación para sus socios, por ejemplo un colegio profesional) o individual (si una persona a título particular decide contratarlo).
·Si atendemos a los flujos monetarios, estos pueden ser de prestación definida (si garantizan una cierta suma periódica en el momento de su rescate) o de aportación definida (si lo que está establecido es cuanto destinamos a él)
Los planes de pensiones son, por definición, ilíquidos. Solamente se puede disponer de ellos en cuatro supuestos: jubilación, fallecimiento, dependencia severa o invalidez. Además, hay otros dos supuestos extraordinarios, el desempleo de larga duración y la enfermedad grave.
Todos los planes de pensiones deben integrarse en un fondo de pensiones. Un fondo es un conjunto de planes que son administrados por una sociedad gestora e invertidos en distintos activos para tratar de cumplir los objetivos del plan. Los planes de pensiones son traspasables entre sí y a planes de previsión asegurados sin repercusión fiscal.
Para maximizar el binomio rentabilidad-riesgo, dado que son productos a largo plazo, lo más adecuado es empezar con un plan de renta variable, cuya rentabilidad potencial sea más elevada a pesar de asumir más riesgo. A medida que se acerca la jubilación y el plazo se reduce, la capacidad de asumir riesgo también lo hace. Por tanto, iremos renunciando a rentabilidad potencial a cambio de menor riesgo. Para ello, habrá que variar la estrategia cambiando primero a un plan mixto, seguido de uno de renta fija, y terminando con uno monetario.
Los planes de pensiones están indicados para personas de renta alta, ya que la exención fiscal de los 8.000 euros que se pueden aportar anuales, puede reducir la fiscalidad del trabajo si bajan de tramo fiscal. Aquellas personas de rentas más bajas, pueden contemplar otros métodos de ahorro como los PIAS (Planes Individuales de Ahorro Sistemático), los SIALP (Seguros Individuales de Ahorro a Largo Plazo) o los fondos de inversión, pero siempre con un horizonte de largo plazo.