Tras un inicio de año turbulento, en el que el Ibex cayó hasta los 7.800 puntos, el mes de abril se ha recuperado hasta alcanzar los 9.000 puntos Sin embargo, los riesgos aún no han terminado.
Los comienzos del 2016 se pueden calificar en el mercado bursátil como devastadores. El Ibex, que se encontraba en noviembre en 10.500 puntos, se desplomó hasta los 7.800 puntos en su mínimo de febrero empujado por las dudas sobre el crecimiento mundial. Dudas provocadas principalmente por la caída de los precios del crudo así como por el agotamiento del modelo monetario-financiero de los bancos centrales.
En este escenario, en el mes de marzo, el Banco Central Europeo incrementó su programa de expansión monetaria con el fin de despejar estas dudas. Desde esos mínimos, el Ibex ha recuperado hasta el entorno de los 9.200 puntos a finales de este mes. Sin embargo, no se puede achacar esta recuperación a la buena acción del Banco Central Europeo. Esto se debía a que la reacción de los inversores ante las dudas en el crecimiento mundial fue exagerada, ya que la situación no era peor que la del año 2012, y a la falta de alternativas de inversión en la renta fija. Para escenificar esta sobrereacción, las acciones del banco Santander cayeron hasta niveles similares a los que tuvo en la peor parte de la crisis.
Durante el mes de abril los inversores han aprovechado los bajos precios para posicionarse en el mercado. De ahí que este mes haya sido prácticamente de subida tras subida. A pesar de las dudas que hubo en el sector financiero a principios de mes, este se ha recuperado protagonizando las alzas más importantes de todo el continente.
La actual situación bursátil es buena para entrar. Sin embargo, no podemos esperar un crecimiento sin volatilidad como ha ocurrido estos años previos, en los que cualquier acción daba igual si estaba fundamentada o no. Las posibilidades de obtener jugosas plusvalías están ahí. Pero debemos fijarnos en lo fundamental si queremos maximizar el binomio rentabilidad-riesgo. Como regla de actuación, solo deberíamos tomar aquel riesgo que esté pagado. Si este no lo está, mantenerse en liquidez no es una mala opción, ya que podemos esperar una mejor oportunidad con dinero disponible.