La proeza de lograr que se aprenda
Cabría esperar, para muchos, que la respuesta al gran problema que tiene la educación española (entendido éste como la carencia notable en la adquisición de conocimientos firmes, potentes y abundantes) fuese la de aumentar el gasto público en esta partida.
No obstante, sin precipitarnos a afirmar tal cosa a riesgo de ser escuchados, determinemos específicamente qué comprendemos por gasto público educativo, ¿mayores sueldos para los docentes? ¿Renovación de mobiliario? ¿Mayor disponibilidad de recursos TIC en las aulas? ¿Más ayudas a las familias de los estudiantes? Todo esto forma parte de esta cuantía, pero no todo es imprescindible para que los discentes aprendan.
En este sentido, únicamente resultaría lógico abogar por incrementar el gasto público en educación aludiendo a la introducción de más y mejores recursos TIC en los centros, así como, la recalibración de los ítems a cumplir para poderse ver uno favorecido por el régimen de ayudas públicas para el estudio sin que se vea derrochado este dinero. Basándonos en los datos para los 27 países que forman la Unión Europea sobre su dedicación monetaria a la mejora del aprendizaje y los resultados de PISA para esos mismos países, se observa que aquellos que tienen un gasto en educación superior al 5% del PIB ocupan un puesto entre los 20 primeros del examen PISA.
La evidencia econométrica nos dice que a mayor gasto, mejores resultados. No obstante, no se trata de destinar dinero ‘a tontas y a locas’. Tomemos como ejemplo a Malta. Malta emplea un 8% como porcentaje del PIB en su sistema educativo sin superar la media de la OCDE para ninguna de las materias analizadas por esta prueba. Observemos, por el contrario, el caso de Finlandia, país que destaca, no por ser uno de los que destinan más a la materia, sino porque el propio sistema educativo del mismo trabaja el input eficientemente para obtener el output deseado (a saber, aprendizaje significativo). Efectivamente, no se trata del cuánto, sino del cómo. De nada sirve destinar recursos a ninguna actividad si éstos no se utilizan de la manera correcta.
Visto esto, la reflexión que se podría hacer a continuación es la siguiente: ¿No es sino el hombre educable por naturaleza? De la Pienda expone con pulcritud y brevedad esta afirmación. El hombre, desde su más tierna edad siente la curiosidad irrefrenable de conocer lo que le rodea. Como homo sapiens, podemos utilizar la lógica más sencilla de todas para decir que si p, entonces q: Si el hombre es curioso per se, concluimos que necesita saber. El hombre se convierte innegablemente en sujeto de enseñanza. ¿Y qué necesita conocer? Todo, pero siguiendo lo que dice la Teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner, existe una especialización en base al desarrollo intelectual que confieren cada una de las inteligencias del hombre. Es decir, la inteligibilidad de cada una las materias que se estudian viene determinada por las habilidades que tengamos naturalmente para ellas y por el desarrollo que hagamos de las mismas y del resto siempre de un modo razonado.
Así, cuando hablemos de aumentar el gasto en la educación, deberemos advertir que la subida debe suponer la mejora del propio método docente, de las clases y de los medios tangibles e intangibles. Ya que para lograr el abandono de las técnicas memorísticas que nos hacen fracasar en las pruebas internacionales se precisa seguir modelos de enseñanza neutros (despolitizados), donde el personal docente haya sido minuciosamente seleccionado de manera objetiva, donde la flexibilización del currículum sea totalmente posible y donde los recursos tecnológicos sean un soporte ideal para desarrollar las aptitudes intelectuales, sociales e incluso físicas de las generaciones más jóvenes atendiendo siempre a lo que significa aprender: comprender para aplicar reflexivamente.