El presupuesto base cero y la Administración
El presupuesto de base cero surgió en 1.970 y se desarrolló en Estados Unidos. Se trata de un modelo de presupuesto que no considera experiencias anteriores para planificar acontecimientos futuros. En definitiva, es una metodología de planificación y de confección del presupuesto que trata de reevaluar cada año todos los programas y los gastos de una entidad. Por lo que exige a cada administrador justificar con detalle sus peticiones presupuestarias.
En el presupuesto de base cero los objetivos son conocidos por todos los directivos y responsables de los centros de actividad. Dichos responsables de centros establecen su presupuesto justificando cada unidad monetaria gastada o invertida y analizan todas las alternativas que sean capaces de mejorar la relación coste-rendimiento.
En este tipo de presupuestos existen partidas con índice cero que representan los mínimos exigidos para que pueda existir ese centro de decisión; por tanto, el índice señala el grado de mayor o menor consecución de los objetivos partiendo del índice cero, que es el mínimo para que el centro continúe funcionando.
Principales objetivos
- Eliminar actividades repetitivas e innecesarias.
- Priorizar tareas en función de su importancia.
- Evaluar otras tareas para aumentar la productividad y la rentabilidad o los resultados.
- Romper con la rutina establecida y diseñar una nueva metodología de confección del presupuesto.
Ventajas
- No se basa en el nivel de gastos de años anteriores, se empieza desde cero siempre.
- Permite eliminar la costumbre de aumentar los importes de los presupuestos
- Da a conocer la capacidad y creatividad de cada responsable porque debe ser imaginativo y novedoso.
- Establece para cada responsable una relación entre recursos, objetivos y resultados.
Inconvenientes
- Necesidad de una planificación adecuada antes de su puesta en marcha.
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Requiere de mucho esfuerzo y tiempo comprometido. De hecho, tal y como señalan José Antonio Martínez Álvarez y María Dolores García en un informe del Instituto de estudios fiscales, esta técnica, que con gran optimismo inició Jimmy Carter en 1.977, se encontró con numerosas dificultades debido a la cantidad de burocracia que generaba.
La forma más habitual de elaborar los presupuestos de muchas entidades (comunidades de vecinos, empresas, entidades públicas…) es simplemente asignar un incremento porcentual a las partidas anteriores en función del I.P.C. o algún otro factor que pueda incidir en esos gastos. Siempre teniendo en cuenta también la previsión de ingresos. El presupuesto base cero pretende evitar esa ‘inercia’ que puede provocar que no nos planteemos ni siquiera el porqué de la existencia de ciertas partidas o gastos.
En conclusión, y como en tantas otras metodologías, lo ideal sería aplicarlo de forma parcial, aprovechando las ventajas que tiene y depurando sus inconvenientes; me refiero a aplicarlo sólo en ciertas partidas de las que previamente se negocie si realmente tiene justificación su existencia, en base al coste-beneficio que generan, y en las demás aplicar el método tradicional.
Al fin y al cabo, lo que se aplica ahora, en términos políticos es lo que podríamos llamar un presupuesto ‘condicionado’ a la situación relativa de mayoría o minoría, que es la que define el margen de negociación para aprobarlo. Y que no es ni más ni menos que un método mixto entre lo que realmente queremos hacer y lo que al final nos permiten.