Tradicionalmente, los depósitos bancarios han sido la vía de inversión por excelencia de aquellos ahorradores más adversos al riesgo. Sin embargo, en la actualidad estos han perdido mucho atractivo debido a la política ultralaxa del BCE.
Un depósito bancario o imposición a plazo fijo es un producto bancario que consiste en un préstamo que el cliente realiza a una entidad, durante un periodo de tiempo estipulado, y a cambio de un tipo de interés. Se considera un activo poco arriesgado ya que el inversor solo perderá su dinero en caso de quiebra de la entidad bancaria. Incluso en caso de quiebra, los primeros 100.000 euros depositados por entidad y titular estarían respaldados por el Fondo de Garantía de Depósitos limitando aún más el riesgo incurrido.
Dentro de los depósitos bancarios hay dos tipos: por un lado están los depósitos clásicos, en los que el tipo de interés es fijo. Y por otro lado, los depósitos estructurados, que están compuestos por una parte de renta fija y otra de renta variable. La parte de renta fija va destinada a garantizar el capital aportado. La parte de renta variable va destinada a intentar obtener una rentabilidad mayor que la de un depósito tradicional. Sin embargo, al ser renta variable, también puede darse el caso de obtener menos rentabilidad, o incluso no ganar nada.
En España, los depósitos bancarios han sido los principales productos de inversión de las familias que normalmente han preferido asumir poco riesgo a cambio de una menor rentabilidad. Hasta hace bien poco, ofrecían una rentabilidad atractiva que incluso superaba la inflación. Sin embargo, la política expansiva del Banco Central Europeo (que ha situado los tipos de interés de préstamo a 0, y la remuneración que le repercute a los bancos por depositar su dinero en él negativa), sitúa la rentabilidad de los depósitos en niveles en torno a cero. Esto ha llevado a aquellos ahorradores más conservadores a tomar más riesgos de los que estaban dispuestos a asumir, mediante fondos de inversión o incluso mediante inversión en bolsa.
A pesar de esta situación no hay que dejar de lado a los depósitos bancarios por varias razones:
· En primer lugar, porque a pesar de la baja rentabilidad, son una buena opción para aquellos ahorradores más conservadores en un entorno deflacionario.
· Y en segundo lugar, porque cuando todo el dinero nuevo que está inyectando el BCE provoque tensiones inflacionarias, éste se verá obligado a subir los tipos de interés, haciendo así resurgir el atractivo de las imposiciones a plazo fijo.