Beneficios versus tesorería

Normalmente consideramos que los beneficios es una de las variables más importantes de cualquier compañía, no solo para los propietarios, sino también para los analistas especialistas en valoración de empresas y para los financieros que estudian, por ejemplo, la concesión de un crédito o préstamo para una sociedad.

Los resultados de la empresa provienen de aplicar el denominado principio de devengo, según el cual “la imputación de los ingresos y los gastos se debe hacer de acuerdo con la corriente real de los bienes y servicios que representen, e independientemente del momento en que se produzca la corriente monetaria o financiera que se deriva de ello”. PGC 1990

Además, unos años antes, en el Plan General Contable Español de 1.973, se decía que, a la hora de contabilizar los ingresos y los gastos, se debe tener presente el momento en el que estos se originan y no el momento en que se pagan o se cobran.

Por tanto, como vemos, y es uno de los conceptos que primero se enseñan en Contabilidad, existen dos corrientes bien diferenciadas, la real y la financiera. La primera se refiere al origen de la transacción realizada sin más, y la segunda hace alusión al momento del cobro o del pago, dando lugar a dos puntos que difieren en el tiempo y que afectan al periodo de maduración de la empresa.

Podemos entender mejor esa definición como “real”, si recordamos que, en la antigua economía del cambio o trueque, se intercambiaban unos bienes por otros, por lo que hablamos de elementos más reales o tangibles; no quiere esto decir que la corriente financiera (cobros y pagos) no sea real, sino que la economía evolucionó, y en lugar de un bien se entregaba un papel en el que el deudor se comprometía a entregar algo en un plazo determinado, y ya sabemos que cuando interviene el tiempo nos referimos a un concepto financiero.

Estas diferencias entre las dos corrientes se ven traducidas a nivel contable en muchas de las transacciones que se realizan. Por ejemplo, el asiento “compras a proveedores” afecta a la cuenta de resultados, pero no a la tesorería, y el asiendo “proveedores a caja”, afecta a la tesorería, pero no a los resultados. Resumiendo, podemos decir que ni todos los gastos son pagos, ni todos los ingresos son cobros. Estas dos últimas afirmaciones dan lugar a dos estados contables distintos, la cuenta de resultados y el flujo de tesorería.

Pero…¿Cuál de los dos representa mejor la situación de una empresa?

En primer lugar, tenemos que decir que el beneficio contable no es una medida matemáticamente precisa, y que su cálculo entraña algunas dificultades, (amortizaciones, provisiones, gastos anticipados o diferidos, etc..). Por otra parte, el empleo de los beneficios como medida de rendimiento y de control tiene inconvenientes, por esas mismas razones, y a su vez porque una empresa con muchos beneficios puede encontrase con problemas de liquidez.

En cambio, el flujo de tesorería se puede extraer de una forma más precisa y más concreta, ya que podemos contrastar fácilmente su veracidad con los soportes de los extractos bancarios y con el dinero que físicamente existe en la caja de la empresa, por lo que al final puede ser una medida más práctica del rendimiento y una herramienta de control a través del presupuesto de tesorería.

El presupuesto de Tesorería funciona con el criterio de caja, es decir, tiene en cuenta el dinero que se va a cobrar y el que se va a pagar, independientemente de cuándo se generó el derecho u obligación que dieron lugar a tales cobros o pagos. Es el criterio opuesto al del principio del devengo que rige en la cuenta de explotación.

 

Aunque siempre es bueno tener el soporte de los dos informes, tanto la cuenta de resultados como el flujo de tesorería, y existen métodos de valoración de empresas que se basan tanto en uno como en otro dato, en los últimos años ha ido ganando terreno el estudio de los flujos de tesorería como elemento de gestión contable y como parte esencial de la contabilidad interna y de los sistemas de información, ya que permite prever los problemas financieros antes de que aparezcan y a su vez planificar y controlar las políticas de financiación de la compañía.

Miguel Ángel Hernández Martín:
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