El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, advirtió ayer en Francfort que la desaceleración general ha afectado a todas las economías de Europa central y del este pese a los beneficios del euro y el mercado único. Además, expuso que su actividad es muy dependiente del comercio exterior y la demanda externa, y sugirió que los beneficios del mercado único para una convergencia sostenida deben ser consolidados implementando, según palabras textuales, “reformas para conseguir un modelo de crecimiento equilibrado que sea menos vulnerable a los cambios en las condiciones externas como las que han emergido recientemente”.
Aunque hay elementos de debilidad muy concretos, como el momento por el que pasa el sector automovilístico alemán, la razón última de la especial vulnerabilidad de la eurozona al retroceso de la coyuntura mundial radica en su propia estructura como economía más abierta del mundo.
Por su parte, Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), insistió en que la línea de actuación de los países de Europa central y del este a reducir la corrupción para mitigar esta amenaza pasa en primer lugar por medidas para “fortalecer los esfuerzos anticorrupción”. Además, reconoció que “se han hecho progresos, pero muy despacio”, y analizó cómo afectan las actuales tensiones comerciales a este grupo de países, poniendo énfasis en la necesidad de ocupar puestos delanteros en la carrera de la digitalización y de la inteligencia artificial y recalcando que es necesario «reconstruir la confianza en las instituciones» porque «cuando la corrupción se vuelve institucional envenena la capacidad de atraer inversiones».
En conclusión, algunas señales de alerta están comenzando a encenderse en Europa. La excesiva dependencia de la economía europea del comercio exterior sumado al crecimiento del proteccionismo por Estados Unidos y China provoca que haya que implementar algunos cambios para evitar problemas económicos en el medio plazo.